martes, 17 de mayo de 2011

Onirama

No sé quién era, pero estaba ahí, mirándome desde ese lugar que era y, al mismo tiempo, no era un desierto. Era extraño. Pensé que quería decirme algo, importante o no. El rostro lo tenía cubierto de luminosidad, como el resto de su cuerpo, carecía de facciones, pero al mismo tiempo lo decía todo.
Pero no sé qué decía, no llegaba a escucharlo. Hacía gestos de impaciencia con sus manos, como si supiera que algo estaba a punto de suceder y quisiera evitarlo a toda costa. Y mis sentidos abotargados no servían para nada. Estaba ciego, sordo, mudo, estático en mi lugar, viendo avanzar el desierto.
El polvo se elevaba como queriendo comerse el mundo, a la figura que me hablaba sin palabras, a mí mismo que estaba en algún lugar por ahí perdido en se sitio que no era real, pero se sentía tan cercano, tan parte de uno mismo…



­—¿Qué pasó después?
­—No se.
­—¿Cómo que no sabes?
­—Me desperté ante del final.
­—Uff, que mal.
­—Si, el perfecto anticlimax, despertarse antes de saber qué carajo pasa en tu sueño. No puedo seguir así.
­—¿Qué vas a hacer?
­—Volver a dormirme, por supuesto.

1 comentario:

José A. García dijo...

Aclaramos que, al momento de redactar ésta entrada, NO sabíamos nada sobre la banda griega del mismo nombre. No, no sabíamos nada hasta que lo buscamos en Don google, pero no nos importó mucho.

Saludos

J.