Siempre anheló un vestido rojo, de ese rojo que de tan fuerte se confunde con la pasión, con la vida, con el sentir. Para parecerse a las divas de celuloide que veía cada sábado a la tarde en el cine del barrio, donde la dejaban entrar gratis a cambio de un par de besos fugases. Su amor por el cine podía más que su orgullo.
Y cantar sobre un piano una canción de amor desesperado.
Beber del mejor champán hasta altas horas de la noche.
Conocer el mundo viajando del brazo de amantes obnubilados.
Pero es tan costosa la tela, y quedan tan pocos sastres que conozcan su oficio, que sólo pudo cumplir su sueño el día que descubrió el más vívido de los rojos. El día que su cuerpo cambió y consiguió, por fin, teñir al menos una de sus prendas, de tan deseado color.
lunes, 30 de enero de 2012
Ella, la del vestido carmesí
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Me gustó mucho el cuento, y el dibujo me encantó.
Está bueno el final, pero creo que lo que más me gustó fue lo de los besos para entrar al cine, y algunas palabras que me hicieron imaginar que todo esto pasó hace muchos años.
Lindo relato, bien construido. Y la ilustración me pareció muy espontánea y expresiva.Un abrazo
Publicar un comentario