Hicieron todo lo posible para que me sintiera como una persona normal. Estaban errados, porque nunca me sentí diferente a nadie.
Ni siquiera cuando el profesor de guitarra gritó de terror en la primera clase.
Ni cuando tomé entre mis dedos la mano de mi primera novia antes de que se desmayara.
No, nada de eso. Yo siempre me consideré normal.
Los raros, en cambio, siempre fueron los demás.
5 comentarios:
Pienso igual.
Saludos
David
esa es una buena autoestima y la aceptación es la base de ser, saludos querido amigo
Eso mismo. Los raros son los demás. EL que grita, el que se desmaya.
Saludos!
esos raros como los que no interpretaban la boa abierta o cerrada del petit prince...
Hay que difundir más manos con seis dedos, más personas con dos cabezas, más hombros con dos brazos... para acostumbrarnos y admitir la desemejanza y disimilitud. Sería interesante presentar más desavenencia entre los cuerpos y el aspecto de los demás :))
un abrazo
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